lunes, 7 de febrero de 2011

7. El primer día de clase de: José Luis Domínguez

Si no hubieran pasado ya tantos años pensaríais que lo que estoy a punto de contaros es tan irreal como si hubiera sucedido en otro planeta porque la bruma del tiempo se carga a veces con resonancias de lo mítico e improbable y nos deja la sensación de que lo que era posible en el lejano ayer deja en simple prosaica ramplonería el tiempo que consideramos presente por más que la sensación psicológica del aquí y ahora no deje de ser una ilusión tal y como nos dicen los físicos de la mecánica cuántica. (Uf, vaya parrafada).
A finales de los 80, durante mi último curso en la Facultad de Biología, disfrutaba de una beca de colaboración en el Departamento de Fisiología Animal que llevaba aparejada entre sus obligaciones el impartir clases de prácticas a los alumnos de los primeros años. De modo que un buen día la Catedrática me llama y me dice que me vaya preparando porque me iba a encargar de un grupo de alumnos neófitos a los que tenía que enseñar las técnicas básicas del manejo de los animales de laboratorio. No sé si alguna vez habéis intentado sacar de la tranquilidad de su jaula a una preciosa rata (Rattus noruegicus) albina de raza Wistar de casi un kilo de peso. Os aseguro que los graciosos incisivos que le dan su marchamo de roedor son sorprendentemente eficaces desgarrando la carne de una falange, pongamos por caso, una versión reducida de los instrumentos que usaba Jack El Destripador para cometer sus famosos crímenes. Y no sólo estaban las ratas. En el animalario de nuestro departamento teníamos también varias especies de peces, ranas, pollos, ratones y palomas, cada uno con sus “cadaunadas” y muy poco colaboradores ante unos alumnos que pensaban que los animales eran como los veían en los programas de Félix Rodríguez de la Fuente.
Pues bien, el primer día aparecen mis 12 alumnos con sus batas de laboratorio recién estrenadas y aguantan estoicamente mi exposición teórica de 15 minutos con transparencias en color, esquemas, diagramas, anotaciones, incluso un decálogo de indicaciones de lo que se debe y no se debe hacer para manipular los distintos tipos de animales. Vale -les digo- ahora hacéis los grupos y os ponéis por parejas, vosotros a las jaulas de las ratas, vosotros con las ranas, ojo, que son muy escurridizas y si se escapan se meten debajo de los muebles y es imposible alcanzarlas, ¿seguro que venís todos con la vacuna del tétanos puesta al día? ¡Anda! -dice uno- si tienen los ojos rojos, ¿podemos darlas de comer unos ganchitos que he comprado en la cafetería? ¡Qué ranas más sosas! -dice otra- si ni siquiera se mueven. ¡Chicos, chicos! -digo yo- ¿no os acordáis de que antes de abrir las jaulas tenéis que poneros los guantes protectores? ¡Eh! Deja eso. No pongas el frasco abierto en la mesa de laboratorio que aunque parezca mentira las ranas saltan mucho y... ¡Toinggg! Una Rana perezi hembra cargada de huevos salta a la mesa del laboratorio. ¡Ay, que asco! -exclama la alumna bajita del moño teñido- ¡Quítamela, quítamelaaa! Venga mujer que no te ha hecho nada – raudo como un  rayo recojo la rana al segundo bote y la devuelvo a su frasco cerrando la rosca de la tapa con una sola mano cual Arguiñano cascando un huevo. Y hablando de huevos, la rana debió interpretar la presión de mi mano como si un macho hubiera iniciado el amplexo con ella y raaaaaaassss descargó sobre mi codo y la mesa un filamento pegajoso con unos 500 huevos más o menos. Me estoy mareando -dijo el muchacho rubito de suaves maneras. ¿En esta jaula no había antes cuatro ratas? -rebusca en las virutas del serrín del fondo de la jaula una alumna con pecas y preciosos ojos verdes. ¡Algo me ha rozado la pierna! -interviene el alumno gótico que hasta el momento había guardado un respetuoso silencio. ¡A ver! -digo yo- que no cunda el pánico. Dejad todo lo que estáis haciendo y vamos a buscar la rata desaparecida. José Luis, ¿por qué las ratas se hacen pis y caca cuando las cogemos con la mano? -dice un alumno que casi tocaba los fluorescentes del techo con la cabeza. Es por el estrés, tonto -interviene Moño Teñido- ¿es que no has prestado atención a la exposición teórica con transparencias en color? ¿Queréis hacer el favor de.. ¡No! No sujetes esa pecera así que se te va a ¡crash! ¡Los Carassius! ¡Los Carassius auratus! ¡Mi jefa me mata!, ya me puedo despedir de la renovación de la beca. ¿He sido yo? -preguntó Suaves Maneras. ¡Rápido, recoged los peces y ponedlos en las otras peceras! ¡En esa no, alumno gótico, que es de agua salada! Uf, por los pelos. ¿Habéis encontrado la rata que faltaba? Sí -dijo Tocando los Fluorescentes- se la había llevado el alumno alemán de Erasmus al otro laboratorio para enseñársela a su novia. ¡Qué guarro! -exclamó Moño Teñido. ¡Bueno, vale, basta! Que alguien vaya a buscarla (a la rata) y decidle al alumno de intercambio que como se vuelva a cambiar de laboratorio le envío al Valhalla con un bisturí del 15 clavado en la cuenca ocular izquierda. Y los demás id recogiendo que voy a encerrarme un momento en el baño a llorar antes de contarle a mi jefa lo que ha pasado. Por cierto, Ojos Verdes, ¿quieres pasarte por aquí un rato el viernes por la tarde a que te enseñe como se sutura un corazón herido?
Al final las seis sesiones restantes de prácticas que impartí aquel año con este grupo resultaron mucho menos desastre que la primera... Todos nos hicimos amigos y los alumnos me regalaron una camiseta con lo que consideraban mi lema: una pancarta que rezaba: ¡BUENO, VALE, BASTA!
Me gustaría concluir que ningún animal (o alumno) resultó herido durante la realización de las prácticas, pero sólo eso: me gustaría. También es verdad que al alemán de intercambio Erasmus nunca le llegamos a coger verdadero cariño (no nos dio tiempo antes de que marchase a mejor vida, dicen que en Dusseldorf). Suaves Maneras y Moño Teñido empezaron a salir juntos. Ambos terminaron la carrera 10 años después y trabajan en una consultora de medio ambiente. Tocando los Fluorescentes continuó con su vocación por los animales y hoy trabaja de dependiente en una tienda de bichos de un centro comercial. El alumno Gótico intentó dejar la biología y las drogas pero con la primera no pudo y hoy es microbiólogo en un hospital del Insalud. Ojos Verdes dijo sí, pero luego no vino. Naturalmente, jamás renovaron mi beca y fui degradado a trabajar con chavales de secundaria. Pero tantos años después sigo demostrando día a día que mi especialidad por las clases desastre es firme como una roca. Algún día alguno de mis alumnos aprenderá algo y ese día...ja,ja,ja, ese día... Perdón, me toca la pastilla.



José Luis Domínguez (profesor de Biología y Geología)

2 comentarios:

Yolanda dijo...

José Luis, ¿qué te puedo decir? jajajaja, ¡magnífico texto! Y lo mejor es que te imagino perfectamente en la situación que describes :)))
Muchísimas gracias por tu aportación, divertida e interesante a partes iguales :)

Pablo Marcos dijo...

¡Genial, José Luis!