8h30, 20 de septiembre de 198…, treinta miradas escrutando cada centímetro de mi cuerpo y un mareo agridulce desde el último pelo de la cabeza hasta la punta del pie. ¿Qué decir? ¿Qué no decir? ¿Sentada? ¿De pie? ¿Seria? ¿Sonriente?.. Un catálogo de preguntas cuya respuesta debía consumarse en ese preciso instante. Triunfo del tuteo y de la cara de muchos amigos.
Así recuerdo que todo empezó en Manacor (sí, el pueblo del envidiado guaperas Rafa Nadal fue mi primer destino como profesora), con unos alumnos, como hoy decimos, que me lo pusieron muy fácil. Su respeto y comprensión (se me notaba que era novata) consiguieron que aquella profesora joven, jovencísima, comenzara tranquila su aventura con un “Buenos días, me llamo María José y soy vuestra profesora de Lengua y Literatura”.
Así recuerdo que todo empezó en Manacor (sí, el pueblo del envidiado guaperas Rafa Nadal fue mi primer destino como profesora), con unos alumnos, como hoy decimos, que me lo pusieron muy fácil. Su respeto y comprensión (se me notaba que era novata) consiguieron que aquella profesora joven, jovencísima, comenzara tranquila su aventura con un “Buenos días, me llamo María José y soy vuestra profesora de Lengua y Literatura”.
Otros muchos días han sido el primero, pero las emociones que sentí –miedo, ilusión, peso de la responsabilidad, ¡socorro!, me quiero ir- nunca han sido tan plenas.
¿Qué ocurrirá el último? Queda pendiente.
¿Qué ocurrirá el último? Queda pendiente.
María José Arroyo Hernández, profesora de Lengua y Literatura.
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