Ya se acaba.
Después de seis años de estancia acabamos de tomar la última bocanada de aire para sumergirnos en un mar de nervios, exámenes, estrés y, en definitiva, un atisbo de incertidumbre sobre el futuro cercano, lejano o cualquier otro.
Ahora todos los profesores tienen prisa. Vivimos entre las dos paredes del “ya veréis como terminamos” y el “esto os lo miráis en casa, que no da tiempo para el examen”. Si nos pareció vertiginoso el comienzo del Via Crucis que emprendimos meses atrás, ahora vemos nuestro mundo de apuntes desenfocado como si miráramos las vías desde el tren en marcha, un tren del que ya no es posible bajar.
Cuando mis hermanos llegan a casa quejándose por los exámenes, deberes o trabajos recuerdo esos tiempos con envidia. ¡Quién pudiera volver a aquella época, cuando no había que estudiar a penas, los deberes se hacían en en un momento y no había preocupaciones ni presiones el fin de semana! Bueno, en realidad me alegro de haber llegado hasta aquí, ya que otros no lo consiguieron o directamente tiraron la toalla.
En estos seis años han pasado muchas cosas, que en realidad se pueden resumir a unos pocos acontecimientos importantes que destacan por encima del rutinario día a día.
Hemos hecho excursiones, viajes, exámenes, pruebas, deberes, trabajos... Cosas normales en definitiva, pero estas cosas normales no hubieran sido lo mismo en otro sitio.
No quisiera distraerme de la materia principal de este texto argumentativo comentando la vida y milagros de los profesores o las aventuras y desventuras de los compañeros pero mientras escribo no puedo evitar que me vengan a la memoria momentos como el viaje a París, el tour por Andalucía o el intercambio con Holanda.
Personalmente creo que es importante ver mundo, descubrir otras culturas, países, idiomas... En ese sentido nuestro instituto nos ha brindado grandes oportunidades. Como diría una profesora, “es que el instituto parece una agencia de viajes...” Sea o no cierto, lo importante es la experiencia que cada persona ha tenido en estos años durante estos momentos, lo que hemos aprendido los unos de los otros y lo bien que lo hemos pasado.
Pero no es momento para ponernos melancólicos. Es hora de pensar en lo siguiente.
Será duro, sí, pero hemos de afrontarlo con valentía. Nos espera sin duda uno de los momentos más importantes de nuestra vida, ya que nuestro futuro está en juego. Tenemos que mentalizarnos, prepararnos para lo que nos pueda caer encima y, cuando llegue el temido momento, dar lo mejor de nosotros mismos para conseguir la plaza que deseamos.
Me gustaría agradecer estos años a las personas que nos han ayudado, que nos han enseñado, que han dado lo mejor de sí mismos para que nosotros seamos mejores personas.
Ahora es nuestro turno.
David Otero Navarro, 2º A
En un instituto se hacen muchas cosas; aprender sintaxis, ejercicios de física, reacciones químicas, integrales o memorizar fechas. Sin embargo, entre tanto examen y estudiar, uno no se da cuenta de que el tiempo pasa, y aquí estamos, “graduándonos”.
Hace dos días era un ‘mico’ que entraba en primero de la ESO , con esos quinientos cuadernos y libros que nos obligaban a llevar (que, sin duda, han hecho mella en mi estatura), con las primeras pellas y ‘caladas’ a algún que otro pitillo detrás del instituto, dando los primeros pasos en eso que llaman ‘adolescencia’. Pero es que no han pasado dos días. Han pasado ya seis años.
Seis años en los que han pasado básicamente, muchísimas cosas difíciles de olvidar; viajes, excursiones, teatros, fotos, concursos, clases… En definitiva, un montón de momentos que ahora forman parte de nosotros; son cosas de las que te acuerdas y te ríes, de algunas hasta te avergüenzas, pero sin duda son tus anécdotas; cosas que cuando seas mayor vas a contar, diciendo lo increíble que fue (y creo que hablo por todos) esta etapa de tu vida.
Otra parte importante que no olvidaré del instituto son los profesores; los que dan las clases más aburridas, los que te acompañan de viajes, los más graciosos y hasta los que te ponen mala nota. Los acabas queriendo (evidentemente más a unos que a otros, como ellos hacen aunque lo nieguen), y también es gente que me va a costar mucho olvidar.
Sin embargo, lo mejor que me puedo llevar del instituto sí, son mis compañeros, ¡qué digo! Mis amigos. Sin ellos nada de lo que he dicho antes hubiera sido posible. No quiero que suene lacrimógeno ni típico, pero es gente con la que pasas por todo. He pasado momentos muy buenos con ellos, aunque no todo haya sido perfecto, seamos realistas. Pero es que hasta las discusiones y los problemas que hayamos podido tener forman ahora parte de lo que es, a fin de cuentas, relacionarse.
En definitiva, me da muchísima pena decirle adiós a esta etapa que ya se acaba, porque se acaba aquí, pero tampoco es cuestión de echarse a llorar; vamos a pasárnoslo genial el viernes, a hacer todos una estupenda Selectividad (ya sea en junio o septiembre), vamos a entrar todos en la carrera que queramos, y lo más importante; vamos a pasar el mejor verano de nuestras vidas. Y aunque ahora tengamos el miedillo a ir a la Universidad , yo creo que nos irá a todos muy bien.
En un instituto puedes hacer muchas, muchísimas cosas; biología, aprender a dibujar, conceptos económicos o latín. Pero sin duda, lo mejor que puedes hacer es conocer gente como la que tengo ahora mismo conmigo, mis amigos, con los que he tenido el privilegio de pasar seis años estupendos en estas cuatro paredes rosas. ¡Ah! ¡Y también aprender!
Gonzalo López Roldán 2º A
Escribo estas líneas agobiado entre exámenes, para variar en este curso, pero sin poder evitar tener la sensación de que “esto se acaba” y es algo que por un lado me entristece, por los buenos momentos que he pasado aquí, pero por otro me ilusiona ante el comienzo de una nueva etapa en mi vida.
Llegué a este instituto hace dos años, con la ilusión de cambiar de aires y conocer gente nueva, aunque con cierta inquietud por si el cambio de centro, en el anterior estuve doce años, me afectaría negativamente en una etapa tan importante como es la de bachillerato.
El curso empezó y mis miedos se disiparon en pocos días. La mayoría de profesores me gustaba más que los anteriores; y en cuanto a mis compañeros, creo recordar que coincidimos nueve amigos con los que había estado en clase toda la vida, así que el cambio fue de todo menos traumático. A esto tengo que añadir que congenié con muchos de mis nuevos compañeros, a los que ahora considero amigos.
Pasaron los meses y, salvo un par de suspensos que me recordaron que primero de Bachillerato no es quinto de ESO, todo transcurrió con cierta normalidad y disfrutando de experiencias inolvidables como el viaje de intercambio a Holanda.
Casi sin darme cuenta, el que espero sea mi último curso en este instituto, sin acritud, comenzó. Poco tardé en darme cuenta de que había que “cambiar el chip” y que no valía con estudiar días antes del examen. Siempre había oído que este curso era muy intenso y que había que esforzarse, por mi parte esto ha quedado más que demostrado. La verdad es que ha sido un año de trabajo y estrés que espero haya valido la pena, lo veremos en poco más de un mes, para poder elegir mi futuro en la universidad.
Pero todo este esfuerzo no ha evitado que estos dos años sean fantásticos gracias, sobre todo, a las personas. Gracias a los profesores, la mayoría, con los que he aprendido y me he sentido apoyado en todo momento. Gracias a los nuevos amigos que he conocido, de los que me llevo un recuerdo imborrable y con los que espero seguir teniendo contacto. Gracias a mis amigos de toda la vida, con los que siempre he podido contar y con los que me he seguido divirtiendo. Y por último, cómo no, gracias a mi familia por haberme aguantado todo este tiempo y por los buenos momentos que hemos pasado juntos.
Juanjo Andrade Bartolomé, 2º Bto. A